Imaginense el siguiente escenario:
Seguimos en el micro yendo por los caminos sub-desarrollados que nos llevó mas y mas hacia la eternidad. El paisaje de desierto nunca acababa. En el micro dormíamos, hablabamos, miramos el desierto. Yo me sentía mal, bastante mal. Los malos caminos tampoco ayudaban en mejorar mi estado.
Por fin dejamos el desierto y comenzamos a subir a los cerros. El medio ambiente cambió drasticamente. Paramos en otro pueblo en medio de nada para tomar una pausa. El silencio y el aire fresco de aquel pueblo me hizo sentir mucho mejor.
No me acuerdo como se llamaba el pueblo, o exactamente dónde queda. Pero estuvo muy bonito el lugar. Hubo un señor con un águila en la plaza. Nos prestó su ave para que sacaramos fotos.
Andan con un poquito de resaca de la noche anterior. Están un poco enfermos también por la falta de oxígena. Y más encima andan con molestias del estómago. En este estado van a un tour de un dia en el campo peruano. En donde, si tienen suerte, los caminos mejores son hechas de gravilla. En este estado anduve yo durante el tercer día de nuestro viaje. Y justamente aquel día me llevaron lejos de la civilización. Arriba en los Andes hacia el Cañon del Colca.
Nos despertaron a las 4 de la madrugada. Fuimos como zombies al micro y todos dormíamos mientras yendo. Nos despertaron un poco despúes, no me acuerdo cuando, para desayunar. Paramos en un pueblito sin nombre ubicado en medio de nada donde el cristianismo todavía no había llegado y donde la gente admiraba los "milagros técnicos" como la rueda y el fuego. Comimos el pan con mermelada y tomamos el té allí en el pueblo. Yo tomé mi te de coca para tranquilizar mi estómago, y masticaba las hojas sin que me hicieran efecto.
Seguimos en el micro yendo por los caminos sub-desarrollados que nos llevó mas y mas hacia la eternidad. El paisaje de desierto nunca acababa. En el micro dormíamos, hablabamos, miramos el desierto. Yo me sentía mal, bastante mal. Los malos caminos tampoco ayudaban en mejorar mi estado.
Por fin dejamos el desierto y comenzamos a subir a los cerros. El medio ambiente cambió drasticamente. Paramos en otro pueblo en medio de nada para tomar una pausa. El silencio y el aire fresco de aquel pueblo me hizo sentir mucho mejor.
No me acuerdo como se llamaba el pueblo, o exactamente dónde queda. Pero estuvo muy bonito el lugar. Hubo un señor con un águila en la plaza. Nos prestó su ave para que sacaramos fotos.
El viaje siguió hacia el Cañón. Perú tiene un paisaje maravilloso. Absolutamente espectacular. Cerros altos, valles verdes, cielo azul, y un sol brillante. Una explosión de contrastes. Una paleta lleno de colores de todos tipos.
Llegamos al cañón al final. Hermoso.
Nos habían dicho que ibamos a ver condores. Pero lo mas cerca de ver ese ave Apu Kuntur fue esto:
Me hubiera gustado quedarme un poco mas en esa región pero ya era de tarde y nos faltaban cosas para ver. Tuvimos que irnos y llegamos a unas termas donde los niños se bañaban. Yo no, se me había vuelto mi mal estado. Decidí no bañarme en las termas, aunque se veían ricas.
Después lo único que faltaba
era volver al hostal.
El viaje de vuelta a Arequipa
fue largo.
Muy largo.
Tras el desierto
tras NADA
en aquellos caminos de gravilla,
llenos de agujeros
ibamos.
Volvimos al hostal tarde en la noche,
tan cansados tan cansados.
Lo único que quería hacer
era acostarme en una cama.
Pero tuvimos que irnos
casi inmediatamente
al terminal de buses
para alcanzar con el bus
que durante toda la noche
nos llevaría a la capital sagrada
del Imperio Inca.
El centro de Tawantinsuyo.
Cusco.